domingo, 22 de septiembre de 2013

Otoño

                                Amanecer en la montaña.


Fotos: Brokemac

domingo, 15 de septiembre de 2013

Sombras fugitivas...



                                                                                                   

martes, 10 de septiembre de 2013

Silencio





Nunca pensé que un filete pudiese ser el arma que acabaría contigo…


Los patos del jardín te echarán de menos.






Hoy me dijeron que habías muerto, atragantada, y, ahora que lo pienso, muchas veces al observar tu  lento caminar, tu cigarro siempre encendido y siempre apurado compulsivamente mientras encendías otro, me he preguntado  si llegaría el  día en que alguien me dijera que ya no volvería a verte más.
Hoy ya ha llegado ese día…, como llega casi todo lo que se intuye menos los besos mil veces deseados. 

 



Te apreciaba en silencio, como a los artistas decadentes cuyo pasado es lo único que nos importa; aquellos años en que irradiaban esa luz que ahora, ya apagada, nadie reconoce. Sólo que nunca me importó quién fuiste.  Te recuerdo sentada en el café de la esquina siempre seria, ausente como sólo los esquizofrénicos saben vivir en este paraíso de locos que se cree cuerdo al mirar personas como tú que no dicen nada al pasar, que lo ven todo y todo lo ven demasiado bien (o demasiado mal pero que ya les da lo mismo) mientras fuman y desconectan de las cosas que nunca más serán motivo de preocupaciones, y dejan que el resto del mundo les juzgue sus zapatillas de puntera fina y su pantalón a medio bajar, sus colores chillones en el vestir y su seriedad  implacable;  su soledad tan espantosa en medio de tanto ruido… 




Nunca te vi sonreír, nunca intercambiamos más que una mirada de otro lugar, extraña, sin sentido… O tal vez me aburrí de darte los buenos días…
 Una vez me dijeron que fuiste maestra en el pueblo. Eso creo recordar, aunque tu pasado nada llegó a importarme. Tu presente sí.  Era el símbolo de una despedida continua…





Sentada en un banco del jardín, encendiendo un cigarrillo tras otro y fumando con el mismo intervalo entre una inhalación  y otra  que ese tiempo ordinario que se tarda en exhalar el humo y volver a su aspiración,  mientras el contoneo de tu grueso y cansado cuerpo, quién sabe si ágil y gracioso un día, va marcando un ritmo que se acerca cada vez más y más  al precipicio.


Pero nadie diría que fue el puto filete el que consiguió dejar huérfanos a los patos del jardín y solitario en el ya inminente otoño tu banco acostumbrado a ese balanceo tuyo tan parecido al mecimiento de un perenne y abstracto recién nacido que muy bien pudiese ser el hijo de la misma muerte. 






La sombra de un amoroso cisne nocturno sobrevuela el estanque, ese lugar encantado desde aquella noche…
 ¿te acuerdas?