Nunca pensé que un filete
pudiese ser el arma que acabaría contigo…
Los patos del jardín te
echarán de menos.
Hoy me dijeron que habías muerto, atragantada, y, ahora que lo pienso, muchas veces al observar tu lento caminar, tu cigarro siempre encendido y siempre apurado compulsivamente mientras encendías otro, me he preguntado si llegaría el día en que alguien me dijera que ya no volvería a verte más.
Hoy ya ha llegado ese día…, como llega casi todo lo que se intuye menos los besos mil veces deseados.
Te apreciaba en silencio, como a los artistas decadentes cuyo pasado es lo único que nos importa; aquellos años en que irradiaban esa luz que ahora, ya apagada, nadie reconoce. Sólo que nunca me importó quién fuiste. Te recuerdo sentada en el café de la esquina siempre seria, ausente como sólo los esquizofrénicos saben vivir en este paraíso de locos que se cree cuerdo al mirar personas como tú que no dicen nada al pasar, que lo ven todo y todo lo ven demasiado bien (o demasiado mal pero que ya les da lo mismo) mientras fuman y desconectan de las cosas que nunca más serán motivo de preocupaciones, y dejan que el resto del mundo les juzgue sus zapatillas de puntera fina y su pantalón a medio bajar, sus colores chillones en el vestir y su seriedad implacable; su soledad tan espantosa en medio de tanto ruido…
Nunca te vi sonreír, nunca
intercambiamos más que una mirada de otro lugar, extraña, sin sentido… O tal
vez me aburrí de darte los buenos días…
Una vez me dijeron que fuiste maestra
en el pueblo. Eso creo recordar, aunque tu pasado nada llegó a importarme. Tu
presente sí. Era el símbolo de una
despedida continua…
Sentada en un banco del jardín,
encendiendo un cigarrillo tras otro y fumando con el mismo intervalo entre una inhalación
y otra
que ese tiempo ordinario que se tarda en exhalar el humo y volver a su
aspiración, mientras el contoneo de tu
grueso y cansado cuerpo, quién sabe si ágil y gracioso un día, va marcando un
ritmo que se acerca cada vez más y más
al precipicio.
Pero nadie diría que fue el
puto filete el que consiguió dejar huérfanos a los patos del jardín y solitario
en el ya inminente otoño tu banco acostumbrado a ese balanceo tuyo tan parecido
al mecimiento de un perenne y abstracto recién nacido que muy bien pudiese ser el
hijo de la misma muerte.
La sombra de un amoroso cisne
nocturno sobrevuela el estanque, ese lugar encantado desde aquella noche…
¿te acuerdas?
http://www.youtube.com/watch?v=rThBw4Vi1KA
ResponderEliminarSin palabras y sin silencios...
ResponderEliminarNada podía ser más acertado,
ni más verdadero...
Me quedo en silencio... pensando... No sé muy bien, qué...
ResponderEliminarQué locura...
Sí, qué mística locura más cercana a la comunión perfecta ...
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