"No me quiere", pensaba ella, mientras mantenía el equilibrio en lo alto de un acantilado embestida por el fuerte viento.
"Sí que te quiere", le parecía oír a veces;
Y entonces perdía su mirada en el horizonte agudizando el oído por si el eco del milagro confirmaba la alucinación, o se apretaba los brazos al cuerpo con el fin de protegerlo hasta que amainaba el viento, y de paso, cerraba los ojos e imaginaba que esos brazos no eran los suyos.
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