Se levanta del suelo después de una caída casi mortal al vacío, desde una altura incalculable. Se sintió como reventada por dentro, le dolía todo, estaba segura que moriría de un instante a otro…
Pudo ver gente que se aproximaba de prisa pero nadie tenía reflejado el miedo a su pérdida.
Llena de dolor se incorporó
y ahora empieza a caminar despacio
Supo que no iba a morir. Se dispuso a elevarse y esta vez con la seguridad de
estar fuera del alcance de cualquier peligro. En el último instante le
sobrecoge de golpe el vacío, más mortal aún que la caída, un sinsentido como de
hacer un esfuerzo inútil. Todo para nada…
Es ahí cuando
apareces tú, me miras, confías en mí, y sonriendo me preguntas si te llevo
conmigo. Es el momento más feliz de mi
existencia. No puedo responderte. La respiración deja de funcionar ese tiempo
que la razón necesita hasta ubicarse en otra realidad más cercana al cielo
imaginado. Te abrazo como si me faltara la mitad de mi vida y acabara de
encontrarla.
Tengo todo el mecanismo dispuesto para volar; te miro y me sonríes, y te devuelvo una
sonrisa incrédula y feliz. Nos apretamos los dos y saltamos a un vacío que se
eleva. Una ráfaga de miedo a que algo
falle y tenga que dejar ahí la vida me hiela la sangre, porque ahora…
Percibo que remontamos como llevados por el viento en ese
imposible paracaídas, no descendemos, nos elevamos en el cielo abierto,
cercanos a veces a un roquedo parecido a
un bello acantilado donde casi por momentos podríamos haber puesto nuestros pies en su
verticalidad, y continuamos ascendiendo
hasta algún lugar de la imaginación donde, con una suavidad de ensueño, pisamos una arena agradable y cálida con dos
sonrisas rebosando felicidad.
Ese lugar, es el
mismo lugar encantado donde desapareces con la llegada del día.
Y el mismo donde el
amor me explota en el corazón como la
pólvora en el vientre de las ballenas.
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