Paso a paso,
primero entre la oscuridad de la media noche que se cierra bajo los pinos
adormilados,luego subes lentamente el camino que casi se difumina entre las sombras;
y sube tu sangre cada vez más viva bombeando la pureza de ese oxígeno recién hecho hasta que el camino se transforma en la plateada vereda que la luna alfombra.
Más tarde el natural cansancio después de tres horas de subida se empequeñece con la sonrisa apenas perceptible y el abrazo protector de la montaña,
y con una empinada pendiente aún por delante (otra hora de camino hasta la cima), te lava por dentro con el baño del silencio apenas roto por una brisa fresca casi somnolienta y recién levantada,
que llega como embajadora que augura ese puerto exclusivo donde arribar.
La llegada de las primeras luces del amanecer te dan la mano en los últimos tramos donde tus pies cansados se alegran porque ya no hay nada más que subir, y allí, justo donde casi se toca el cielo con los dedos y donde tu corazón y el de Dios se vuelven a fundir en ese Amor que todo lo abraza, te sientas en el suelo feliz por lo conseguido y mirando al Este porque el azul y el naranja, el malva y el rosa del amanecer, empiezan a enrojecerse dispuestos a fundirse en la perfecta cópula que cada mañana da a luz la bendición del Sol.
Luego,
las
sombras se disipan y desaparecen aturdidas frente a tanta belleza y un nuevo
día, esta vez diferente a todos, llega hasta ti sorprendiéndote sin sueño y con
más energías de las que pudieses haber imaginado.
La montaña vuelve a enamorarte, y cierras los
ojos para sentir en tus brazos el ayer y el siempre de nuestra amada Tierra…
Leo una y otra vez lo de la llegada de las primeras luces del amanecer, lo leo y leo y he llegado a sentir la fusión, el abrazo, la vida...
ResponderEliminarGracias por compartir tanto... Eres muy generosa...
Este otro acantilado rebosa belleza por todas partes...
Un beso..
Hola, Mar :)
ResponderEliminar¿Sabes qué? He subido muchas veces esa montaña (tiene varios senderos distintos según la zona de subida) y cada vez que lo hago es diferente. Esta es la segunda vez que veo el amanecer desde su cima y sé que jamás se podrá transmitir esa sensación de fusión con la muerte y con la vida a la vez.
Porque subes en la noche con esa luz tan especial que arroja la luna al sendero en las zonas escarpadas, porque las sombras de los pinos, los arces, los enebros, los quejigos... casi parecen querer jugar a los gigantes que te amenazan con lo desconocido, porque detenerte frente a un tejo (un árbol cuya antigüedad en esa especie al parecer se remonta a miles y miles de años -el millón dicen-)no tiene precio, porque el matorral y plantas aromáticas y los insectos y reptiles y aves y cabras monteses(aquí una familia de las más numerosas del país), te ven pasar entre sorprendidos y curiosos y se alejan unos y se acercan otros y los que viven estáticos como las agulagas, no te temen, más bien procura no acercarte demasiado que sus defensas pueden dejarte huella ;) y, porque en definitiva, cuando estás arriba y empiezan a desaparecer las sombras y vas recibiendo con un escalofrío natural las primeras luces del día, y ya mires al Sur o al Norte, al Este u Oeste, sabes que al abrir tus brazos es como acompañar el despertar de tantas vidas, abrazar las que nunca más verán esa luz que ahora te baña, fundirte con la muerte al fin, y sentir que renaces para continuar el camino..., eso, mi querida Mar del Norte, no hay palabras que lo puedan expresar, ni sonidos que lo reflejen, ni imágenes que lo transmitan.
Esto sólo es el eco de un grito enamorado para dejar después que el manto del silencio dé paso al vuelo de las aves...